de queja mental. Nada le parece bastante.
Halla defectos y motivos de protesta
hasta en lo más placentero o deseado...
¡Cualquier cosa menos vivir
en el aquí y ahora,
centrado en el momento que estás viviendo
y gozándolo con plenitud!
Es así como se alimenta tu falso yo:
posicionándose y reafirmándose
contra lo que es, contra la vida.
posicionándose y reafirmándose
contra lo que es, contra la vida.
Impones juicios, criterios y opiniones que,
curiosamente, no son tuyos
-te darías cuenta si no estuvieras dormido,
si fueras consciente-,
sino que emanan del funcionamiento
autónomo de la mente,
de sus pensamientos-pestañeos;
y del mismo modo, reduces a las personas y cosas,
de sus pensamientos-pestañeos;
y del mismo modo, reduces a las personas y cosas,
a un puñado de etiquetas y conceptos mentales,
encarcelándote a ti mismo y a cuanto te rodea
en una escabrosa y enmarañada
en una escabrosa y enmarañada
Es crucial que interiorices lo siguiente:
para la mente - la tuya, la de cualquiera-
siempre hay algo que va mal.
No puede evitarlo: para ella todo está torcido.
Y no porque realmente lo esté,
sino porque es la manera de proceder
y procesar de la mente cuando se le usa
para vivir, ver y entender la vida.
La mente es potentísima
y ofrece un extenso y variado
menú de prestaciones relacionadas
con la comunicación
(hablar, escribir, interactuar con los demás),
la programación (hacer la agenda,
planificar actuaciones...),
la creación intelectual y un abanico etcétera (...)
Muy especialmente, la mente no vale para captar
y ver la vida, ni para entenderla ni vivirla,
ni para tomar consciencia de la realidad, de lo que es.
La mente computa la vida y la interpreta
con base en el conflicto y los opuestos.
La vida no tiene preferencias, no hace elecciones.
Por tanto, si continúas viviendo
a través de la mente
-optando, eligiendo, juzgando, opinando...-
nunca contemplarás la vida tal cual es,
nunca verás la realidad...y sufrirás.
Es mentira que en la vida algo vaya mal.
En ella todo es exactamente como tiene que ser:
todo encaja, todo tiene su por qué y su para qué,
nada sobra, ni falta.
¡El problema no es la vida, sino tú!
Y lo eres por haberte identificado,
en tu proceso consciencial,
con el coche -con la mente, con el ego...-
En el instante en que salgas de esa amnesia
y tu estado de consciencia evolucione,
te percatarás con claridad de que todo es paz,
que nada puede ser mejor de como ya es
y que tú eres lo único que estaba inquieto,
separado por la mente de la realidad,
a disgusto con ella y en lucha contra ella".
Emilio Carrillo.
Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo,
p. 74 - 78.
sino porque es la manera de proceder
y procesar de la mente cuando se le usa
para vivir, ver y entender la vida.
La mente es potentísima
y ofrece un extenso y variado
menú de prestaciones relacionadas
con la comunicación
(hablar, escribir, interactuar con los demás),
la programación (hacer la agenda,
planificar actuaciones...),
la creación intelectual y un abanico etcétera (...)
Muy especialmente, la mente no vale para captar
y ver la vida, ni para entenderla ni vivirla,
ni para tomar consciencia de la realidad, de lo que es.
La mente computa la vida y la interpreta
con base en el conflicto y los opuestos.
La vida no tiene preferencias, no hace elecciones.
Por tanto, si continúas viviendo
a través de la mente
-optando, eligiendo, juzgando, opinando...-
nunca contemplarás la vida tal cual es,
nunca verás la realidad...y sufrirás.
Es mentira que en la vida algo vaya mal.
En ella todo es exactamente como tiene que ser:
todo encaja, todo tiene su por qué y su para qué,
nada sobra, ni falta.
¡El problema no es la vida, sino tú!
Y lo eres por haberte identificado,
en tu proceso consciencial,
con el coche -con la mente, con el ego...-
En el instante en que salgas de esa amnesia
y tu estado de consciencia evolucione,
te percatarás con claridad de que todo es paz,
que nada puede ser mejor de como ya es
y que tú eres lo único que estaba inquieto,
separado por la mente de la realidad,
a disgusto con ella y en lucha contra ella".
Emilio Carrillo.
Sin mente, sin lenguaje, sin tiempo,
p. 74 - 78.
Saludos corazones creativos, Cecilia