"No sentía como si hubiera ido físicamente,
a alguna parte; era, más bien,
como si hubiera despertado.
Acaso me había despertado
por fin de un mal sueño,
y mi alma estaba conociendo ahora
la verdadera magnificencia,
y al hacerlo, se estaba expandiendo más allá de mi cuerpo y del mundo físico.
Se extendía más y más hacia afuera,
hasta que abarcó toda la existencia,
aunque no se limitó a eso:
continuó expandiéndose,
adentrándose en otro ámbito
más allá del tiempo y el espacio,
pero sin dejar atrás el anterior,
sino excluyéndolo todo.
Amor, felicidad, éxtasis y asombro
fueron los sentimientos que me llenaron,
me traspasaron y me envolvieron.
Me vi engullida y envuelta en
más amor del que jamás pensé
que pudiera existir.
Me sentí más libre y
más viva que nunca.
Como he dicho,
de repente percibía cosas
que no eran físicamente posibles,
como las conversaciones que
mi familia tenía con el personal médico
lejos de mi cama del hospital.
Esas abrumadoras sensaciones eran
propias del ámbito expandido
que las albergaba,
y no existen palabras para describirlas.
Esa sensación de amor pleno,
puro e incondicional
era totalmente distinta a cualquier cosa
que hubiera podido sentir anteriormente.
Es imposible calificarla o clasificarla.
Era un amor absolutamente indiscriminado,
como si no tuviera que hacer nada
para merecerlo ni demostrar nada
para ganármelo".
Anita Moorjani,
Morir para ser yo,
pag. 97
Morir para ser yo,
pag. 97
En homenaje a mi padre
Saludos corazones creativos, Cecilia